Saber es poder -poder económico- y en este momento hay una lucha por ese poder en todo el mundo.
En Estados Unidos, Europa y en las potencias
emergentes como China hay una motivación insaciable a invertir en
investigación de alta tecnología e innovación.
Están en busca de los ingredientes que hagan que un proyecto universitario se torne en una corporación, como Google.
Además, quieren encontrar los empleos que reemplacen aquellos que se perdieron con la crisis financiera.
La posibilidad de no invertir es "impensable",
según Marie Geoghegan-Quinn, la comisionada europea responsable de
investigación, innovación y ciencia, quien está tratando de animar a la
Unión Europea a tornar ideas en industrias.
Haciendo énfasis en que se trata de mantenerse,
no de ostentar, Geoghegan-Quinn dice que Europa está enfrentando una
"emergencia de innovación".
"En China, uno ve a los niños ir al colegio de
las 06:30 de la mañana hasa las 8 o 9 de la noche, concentrándose en
ciencia, tecnología y matemáticas. Uno se tiene que preguntar, ¿harían
los niños europeos lo mismo?".
"Con eso es con lo que hay que competir. Hay que
encarar el desafío y los Estados tienen que entender que la economía
del conocimiento es la economía que va a crear los empleos en el futuro,
es el área en la que hay que invertir".
Interés global
El interés en la frontera entre la educación y la economía cada vez es más pronunciado.
Este mes, la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económico (OCDE) organizó su primer foro global sobre la
economía del conocimiento.
Fue una especie de lluvia de ideas para gobiernos con presupuestos restringidos.
La respuesta francesa ha sido aumentar el gasto,
lanzando un gran proyecto de US$47.000 millones para instalar una serie
de "agrupaciones de innovación", que reúnen a universidades, grandes
firmas e institutos de investigación para fomentar nuevas industrias.
Es un intento por recrear la plataforma de lanzamiento digital que es el Silicon Valley de California.
Sin embargo, la economía del conocimiento no dispersa sus semillas
muy lejos. Cuando se habla de EE.UU. como un centro neurálgico de
innovación, la mayor parte de esa actividad está basada en estrechas
franjas en las costas este y oeste.
Un mapa de Europa que mide el número de
aplicaciones para patentes muestra un patrón similar: altas
concentraciones en esquinas de Inglaterra, Francia, Alemania y
Finlandia.
Pero hay regiones vacías y si los buenos
trabajos se empiezan a concentrar en estos centros de alta tecnología,
los políticos tendrán que lidiar con incómodos cuestionamientos. De ahí
la advertencia del El Fondo Monetario Internacional de la semana pasada
en la que dijo que los gobiernos tienen que invertir en educación.
Jan Muehlfeit, director de Microsoft Europa,
explicó que lo que era profundamente diferente en estas nuevas
industrias digitales es que se expandían a una velocidad y escala que
sería imposible en las industrias manufactureras tradicionales.
No obstante, señaló, los gobiernos que intentan
participar en la lucrativa empresa tienen que asegurarse de que los
jóvenes estén bien educados, sean creativos y adaptables.
Como ejemplo de éxito, Muehlfeit destacó el caso
de Corea del Sur. Hace apenas una generación empezaron a invertir
deliberadamente para mejorar los estándares de educación. Como resultado
directo, Occidente está importando autos y televisiones surcoreanas.
Quizás no sea pura casualidad que el gobierno de Corea del Sur tiene un ministro dedicado a la economía del conocimiento.
Robert Aumann, Nobel de economía, también
enfatizó el vínculo entre el salón de clase y el salón de exhibiciones.
"¿Cómo hacer posible la innovación? Educación, educación, educación",
dijo.
Menos puestos, más exigentes
Pero todo esto está muy lejos de reemplazar los
empleos de las oxidadas industrias de ayer con nuevas versiones de alta
tecnología.
"¿Cómo hacer posible la innovación? Educación, educación, educación"
Robert Aumann, Nobel de economía
Gordon Day, presidente del Instituto de
Ingenieros Eléctricos y Electrónicos, una asociación profesional para la
tecnología basada en EE.UU., apuntó que las firmas digitales pueden
generar enormes ganancias pero no emplear tanta gente. En algunos casos,
pueden tener una nómina diez veces más pequeña que una compañía
tradicional de un tamaño similar.
Es una verdad incómoda para los gobiernos que buscan la recuperación del mercado de trabajo.
Pero quedarse quieto no es una opción.
Cifras reveladas por la OCDE mostraron cuánto ha cambiado al mercado de empleo la crisis financiera.
11 millones de empleos se perdieron, la mitad de
ellos en Estados Unidos, y los más afectados fueron los trabajadores
con pocas cualificaciones y de industrias manufactureras. Si las
pérdidas se van a recuperar, va a ser con empleos más calificados,
muchos de ellos diplomados.
En el problema está la solución
Los números de graduados muestran el cambio en la balanza del poder.
China ahora tiene 12% de los graduados en las
grandes economías mundiales, casi lo mismo que el Reino Unido, Alemania y
Francia juntos. La superpotencia titular, EE.UU., todavía domina con el
26% de los graduados.
Corea del Sur ahora ocupa la sexta posición en esa lista de los graduados del mundo, superando a países como Francia e Italia.
Eso significa que EE.UU. y Europa tienen que competir con las potencias asiáticas.
Pero el sistema universitario estadounidense
sigue siendo un generador de investigación formidáblemente bien dotado.
Una clasificación hecha por la OCDE por primera vez este mes, que
examinó las universidades del mundo que están teniendo más impacto,
mostró que de los primeros 50 lugares, EE.UU. tenía 40.
Su riqueza se hizo aún más evidente esta semana
con el informe del estado financiero de los dos centros universitarios
más poderosos de Boston, Harvard y MIT, que entre las dos cuentan con
US$42.000 millones en donaciones.
"El triángulo de innovación, educación y
cualificaciones es extramadamente importante, pues define tanto el
problema como la solución", declaró el secretario general de la OCDE,
José Ángel Gurria.
"Es un mundo de competencia aguerrida. Perdimos
tanta riqueza, tanta exportación, tanto bienestar... perdimos empleos,
empleos, empleos", le dijo a los delegados en París.
"Tenemos que reiniciar las economías con un tipo de crecimiento más inteligente".