Llega octubre y resulta que desde el verano nos damos cuenta de que en nuestro cuerpo hay unos kilitos de más. Entonces todo el mundo llega a la misma conclusión: "me voy a poner a dieta". Pero, ¿qué es ponerse a dieta sino un hecho aislado y puntual? Normalmente, cuando se deja de comer lo habitual y se sustituye por un menú a base de lechuga y yogures, la situación se vuelve tan insostenible que se acaba produciendo el efecto contrario: se vuelve a las malas costumbres e incluso se come peor de lo que se hacía antes de empezar, por lo que se recupera o incluso multiplica el peso perdido.
La experta en nutrición Leticia Garnica se encuentra en su consulta casos como estos, en los que, como explica, los pacientes adelgazan muy rápidamente pero no consiguen mantenerse en ese peso. Y es que cuanto más restrictiva es la dieta, más ansiedad provoca, y con ello más posibilidades de caer en el temido "efecto rebote".
Por eso, Garnica aconseja no practicar ninguna dieta, sino un estilo de vida. Es decir, ir introduciendo pequeños hábitos saludables en la alimentación para que "contenga todos los grupos de alimentos pero que enseñe a compensar la grasa":
1 Cambiar harinas refinadas por panes y cereales integrales, que permiten que la energía se libere más lentamente y que haya una mayor sensación de saciedad.
2 Moderar el consumo de pan, pasta y arroz (carbohidratos) a lo largo del día, concentrando la mayor parte de estos en la mañana y en el mediodía.
3 Realizar cinco pequeñas comidas al día para evitar el incómodo hambre entre horas y los traicioneros 'picoteos'. Además, como dice Garnica, es una manera de mantener el metabolismo activo.
4 Moderar el consumo de alcohol. Estas bebidas son calorías vacías que no aportan ningún nutriente al organismo, a la vez que deshidratan. Si hay que elegir alguna bebida, un vaso de vino siempre es la mejor opción.
5 ¡Moverse! El ejercicio físico es el mejor complemento de una dieta para llevar una vida saludable y mantener a raya la báscula.
