Cada vez que publicamos una foto en redes sociales, una pequeña parte de los datos originales se ve perdiendo.
El resultado final es sorprendente y el retrato original se ha convertido tras 90 cargas en una escala de grises digital completamente irreconocible.
El experimento nos da una visión precisa de las contradicciones de la era digital: nos importa que nuestro smartphone tenga la cámara con las mejores prestaciones, pero luego al subirla a las redes sociales como Instagram desaparece la calidad original.