“Es un
avión mágico… el placer de volar en él es casi carnal”.
Así se expresaba Joelle Cornet-Temple, la jefa de azafatas de
Air France, del Concorde: uno de los primeros aviones civiles supersónicos, que
voló entre 1976 y 2003 y se convirtió en el sinónimo de viajar con estilo.
Ese increíble aparato podía hacer el recorrido entre Londres y
Sídney en 17 horas, tres minutos y 45 segundos, un tiempo considerablemente
menor a las 22 horas que le toma a un Boeing 747.
El Concorde era la aeronave más conocida de un exclusivo club de
dos miembros.El otro
avión de pasajeros que rompió la velocidad del sonido fue el Tupolev Tu-144,
de la Unión Soviética, que voló hasta 1999.
El final del Concorde y el Tupolev dejó el mercado de los
aviones supersónicos desierto. Pero ahora, 12 años después
del último vuelo del primero, aeronaves aún más rápidas están
tomando forma en centros de investigación.
Una de tales aeronaves es el Lapcat-II, un aparato diseñado en
Europa que es capaz de alcanzar velocidades de crucero ocho veces mayores que
la velocidad del sonido (8.500km/h), lo que le permitiría transportar
a pasajeros entre Bruselas y Sydney en 2 horas y 55 minutos.
En la Conferencia de Aviones Hipersónicos del American Institute
of Aeronautics and Astronautics (AIAA), que se llevó a cabo en Glasgow en julio
pasado, un informe presentado por investigadores de Lapcat-II indicó que las
primeras pruebas sugirieron que el diseño sería menos dañino para el medio
ambiente, tan seguro y casi igualmente costoso que los actuales aviones de
larga distancia.
El
factor combustible
Johan Steelant, ingeniero investigador senior de la Agencia
Espacial Europea (AEE) y coordinador del Lapcat-II ha estado poniendo a prueba
dos prototipos.Uno es el
avión Mach 5 –el Lapact-A2 accionado por un estatorreactor pre enfriado- y el
otro es el Mach 8, también accionado con el mismo sistema.